Texto y fotos: Christian Palma
Foto: Christian Palma
¡Berlín, Berlín, wir fahren nach Berlin!
La frase la escuchaba a cada rato. Ahora salía de la boca de un niño rubio de unos 11 años con ojos azules, vestido con la playera blanca con franjas rojas y doradas en el contorno: el uniforme de la selección alemana de fútbol. Esas seis palabras retumbaban en los estadios alemanes en el verano del 2006 durante el Mundial de fútbol. El grito: ¡Berlín, Berlín, wir fahren nach Berlin! significa “Manejamos a Berlín” ó “Nos vamos a Berlín”, ciudad donde se disputaría la final por la Copa Jules Rimet.
El ánimo de los germanos se venía acrecentando conforme avanzaba su selección en el torneo de fútbol. Estaban seguros de que llegarían a la emblemática ciudad de Berlín, para jugar la final y el firme deseo de ganar la copa.
Para entonces llevábamos más de medio torneo mundialista en proceso. En mi segunda década de vida, me tocó ir a cubrir una Copa Mundial de Fútbol. Yo estaba fascinado por todo cuanto pasaba, por todo cuánto veía. De hecho no me importó mucho haber dormido en una estación de paso la primera noche que llegamos de México a Frankfurt por haber confundido la hora de salida de un tren que nos debería llevar de regreso al hotel y más bien nos alejo mucho y no hubo forma de volver a nuestras habitaciones, sino hasta la mañana siguiente.
La primera vez que escuché el grito alemán fue en el Allianz Arena de Münich, durante el encuentro contra Suecia, en la fase de octavos de final. Al terminar el juego, los alemanes salieron victoriosos dos goles contra cero. Tanto en las calles como dentro de los estadios se sentía una extraña sensación de identidad y orgullo con ese grito.
Para muchas personas de otras partes del mundo sería de lo más normal sentir ese orgullo nacional, pero no era tan sencillo para la sociedad germana.
Tan solo 17 años antes de aquel 2006, es decir en 1989, se logró la reunificación de la República Federal Alemana, (controlada por la entonces URRSS), con la República Democrática Alemana, (controlada por los alianza de Estados Unidos de Norteamérica, Reino Unido, y Francia). La incómoda vecindad entre rusos y la alianza nació después del holocausto y la derrota del régimen Nacional Socialista de Adolf Hitler. Deutschland se convirtió en un botín de guerra que fue repartido entre los países que se unieron para acabar con el nazismo.
Duró 28 años la incómoda relación de opuestos. Entre muchos desazones y muertes de por medio Berlín fue el epicentro del botín y ahí es donde se edificó el muro que simbolizaba la guerra fría. El choque de trenes de dos imperios que peleaban por instaurar su ideología a nivel mundial: socialismo vs capitalismo.
Tanta historia cargando a cuestas no es tan fácil sacudirla y los mismos alemanes confesaban esa rara sensación de vergüenza más que orgullo del ser alemán. No sé permitían ser tan abiertos con su identidad nacional después de décadas de convulsión social.
Fotos: Christian Palma
La selección germana parecía invencible. Todo era felicidad en las calles alemanas. Festejos que se extendían por las grandes ciudades de Colonia, Frankfurt, Hamburgo. Bares repletos de personas con camisetas de la “mancha blanca”. Su paso para llegar hasta el 5to partido había sido perfecto. Derrotaron a las selecciones de Polonia, Ecuador, Suecia y Argentina.
Llegó el día de la semifinal contra Italia. Se encontrarían las dos selecciones que en México ‘70 protagonizaron el “juego del siglo”.
Fotos: Christian Palma
El encuentro regular terminó con un empate a cero. En las gradas del estadio del Borussia, tanto italianos como alemanes hacían retumbar el estadio. Las cosas parecían perfilarse para terminar en penales. “Berlín, Berlín, wir fahren nach Berlin! El grito ensordecía a las miles de personas que estábamos en el estadio. Se dificultaba la concentración para capturar fotos y enviarlas de inmediato a los servidores de la agencia. Al minuto 115 el encargado de prensa de la FIFA ya nos había indicado la portería en que se tirarían los penaltis. Los alemanes venían de derrotar a la selección albiazul de Argentina en la tanda de penales 4 goles por 2. Si los de blanco podían llevar para allá el juego, tendrían un poco de ventaja sobre la escuadra italiana, por lo menos, en confianza. Tiro de esquina. Del Piero centra. El balón queda bailando en el área. Le cae de rebote a Pirlo. Se perfila el italiano para tirar con la pierna derecha, pero la defensa alemana le bloquea el paso con cuatro jugadores. Pirlo prefiere mandar un ligero pase a Favio Grosso, que de primera intención y sin pensar, da media vuelta y patea el balón con la pierna izquierda. El gran portero alemán, Jens Lehmann, que con su estatura de 1.90 mts. no pudo hacer nada para detener el balón que dramáticamente pegó en el poste izquierdo y se metió a la portería. La ola azul se estremecía, mientras la mancha blanca enmudeció.
La esperanza alemana se estaba quedando a 120 segundos de continuar. Los italianos aún dieron el tiro de gracia. Habiendo llegado el juego al minuto 130, ya para concluir el segundo tiempo extra, un rebote mal resuelto dio la oportunidad a los visitantes de anotar un gol más. Del Piero fue el encargado de sepultar toda fantasía de que la selección alemana manejara hacia Berlín, acompañados de toda su gente. El árbitro hizo sonar su silbato. Las lágrimas de jugadores y público alemán no se pudieron contener. El 4 de julio del 2006 fue la caída de la selección alemana. Yo terminé de enviar todas mis fotos al servidor de la agencia hasta una hora después de terminado el juego. El estadio se fue vaciando. Me provocaba un poco de pena ver las caras tristes de los niños que iban saliendo del estadio. A la distancia se alcanzaban a escuchar aún barullos de aficionados ebrios que se negaban irse del estadio. El sueño había terminado sin la entrada triunfal a Berlín.
Foto: Christian Palma
Ocho años después la selección germana volvió a levantar la Copa del Mundo en Brasil 2014 y los alemanes salieron a abarrotar las calles para celebrar su victoria . Yo, 14 años después regresé a Alemania, está vez a nada que tuviera que ver con fútbol. Ahora fui con un grupo de colegas periodistas que obtuvimos el Premio Alemán de periodismo en 2021. La embajada Alemana nos invitó al Foro Global de Medios. Y ahí tuve la oportunidad de nuevo de viajar en sus trenes, a subirme a sus bicis, a recorrer nuevamente Frankfurt, Berlín y Boon. Esta vez percibí un país que está recuperando el sentimiento de orgullo propio. Sin ese sentimiento de contención que en el 2006 percibí.
También volví al pequeño pueblo medieval de Rothenburg Ob de Tauber donde concluí en 2006, entre amigos, mi primer aventura mundialista y ahora mi segundo viaje a la bella Alemania.
Foto: (Arriba) Omar Martínez / (Abajo) Christian Palma
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